Analizamos en cinemascomics.com la banda sonora de la adaptación de la obra de Tolkien, El señor de los anillo: El retorno del rey
Minas Tirith: arranca la partitura. El señor de los anillos: El retorno del rey no se sitúa en un lugar, el tercero, demasiado privilegiado para combatir la calidad de sus antecesoras. Realmente, su inicio es flojo y durante media hora larga de metraje basada en un simple apoyo descriptivo de las secuencias. Ha desaparecido drásticamente la narración tras la última batalla en el Abismo de Helm, donde concluyó ‘Las dos torres’, y Howard Shore se toma un ligero descanso. Es con la aparición de Arwen y su cruda decisión de asomarse al mundo de los mortales cuando el compositor inicia de nuevo su andadura triunfal, ahora sostenida en la dulzura maravillosa que siempre aporta al mundo musical de la elfa. En esta ocasión, el listón de la historia baja, como también su música. Lo dicho: a la media hora comienza el verdadero nivel de la partitura.
Tras la apoteosis musical de Las dos torres nos encontramos ahora una sorpresa:
Creemos haber intuido el inicio real de las notas de Shore tras la delicia de Arwen, pero no es así. Transcurren los minutos y nos topamos con una historia global más lenta que las anteriores y, en consecuencia, los sonidos del artista canadiense sufren un arriesgado y profundo desfallecimiento. Del apoteósico mundo narrativo del que hemos disfrutado a un análisis mucho más descriptivo, con temas no carentes de cierta calidad pero que, no obstante, empujan al global de la composición tantos peldaños abajo como van subiendo los dos hobbits y Gollum. Hemos superado el primer tercio de la obra y, por desgracia, la música no despega. Lo ha simulado en un par o tres de momentos asombrosos, el ya mencionado de Arwen, la llegada de Frodo y sus acompañantes a las Minas Morgul o la interesante composición para el canto del hobbit mientras el hijo de Denethor labra su muerte. Pero son instantes aislados y en todo momento la música vuelve a decaer.
Llegamos a la mitad del metraje y encontramos un claro ejemplo del camino optado por compositor y director: llega Elrond y habla con Aragorn. La descripción que el compositor efectúa del encuentro es de gran calidad. Vemos que en El señor de los anillos: El retorno del rey, musicalmente hablando, el mundo de los elfos aglutina una parte importantísima del carácter de casi toda la partitura. A continuación, el guerrero, aconsejado por el elfo, se adentra con sus compañeros en ‘’el bosque sombrío’’ y Shore vuelve a bajar el listón a niveles sencillos y marcada y trivialmente descriptivos que hacen una función de apoyo correcto, sin más.
¡Por fin! Llegan los orcos en masa a Minas Tirith. Suena Shore, poderoso, majestuoso, solo percusión. ¿Será el momento? ¿Habrá llegado el punto de inflexión tan esperado? Efectivamente, el compositor despierta, inicia su ya vigorosa orquesta y se inicia la narración de la última batalla. Aparecen los Nazgûl sobre sus bestias aladas y retumban los coros como nunca. Planos cortos, largos, velocidad, secuencias, instantes… todo comienza a fluir y el artista dispara la calidad que se suponía con la misma habilidad y calidad que en las entregas anteriores. Ha sido un (tal vez) querer y no poder; una pincelada de calidad y cinco de espera; un hacer esperar al espectador y al oyente que ha resultado algo incómodo. No obstante, el final que nos aguarda es de una grandeza auténtica.
Llegamos a la secuencia más vigorosa y estable de toda la tercera entrega. Su narración: única; el ritmo: asombroso, con unos cambios magistrales; el manejo del sonido: inigualable. Se trata de la escena de la araña.
Shore emplea una narración rápida, poco perceptible y en su conjunto inteligentemente revuelta y la corona durante escasos cinco o seis segundos mediante grupos de tres notas limpias, pero a la vez chillonas y directas, y sus variaciones, adornando con ellas la agresividad absoluta del monstruo. En opinión de quien esto escribe, una de los momentos más ricos musicalmente tratado (aunque también en muchos otros aspectos, aquí no reseñables) de la trilogía completa. Intercalada en su mitad parte de la batalla de Minas Tirith (que sigue su curso), la nueva aparición del engendro es, si cabe, más sobrecogedora en todos los sentidos que la primera.
Jackson manda callar y Shore permanece agachado, agazapado, algo así como en actitud ‘’gollumiana’’; la araña avanza y Frodo la ignora. Es uno de los fragmentos de silencio que tanto han dado al sentido musical de varias escenas fantásticas de toda la obra en su conjunto. Es entonces cuando el hobbit se percata y el compositor salta agresivo, obsesivo incluso y despierta, en cualquier estudioso de la música de cine, un desconcierto, un pasmo, una admiración y un aliento tan profundos que tienes que erguirte en el sillón: suena el mejor y más mítico Shore de ‘El silencio de los corderos’ o ‘La mosca’.
Admirable. El silencio atronador que ha sonado en su partitura lo transforma astutamente en una percepción melódica confusa (como lo son sus dos geniales trabajos mencionados) que pasa a ser una referencia de la música para ‘El señor de los anillos’. Hay una piedra en el camino, en la magnífica senda que se acaba de formar: la torpe puesta en escena, por parte del director, del compañero de Frodo, Sam, que llega para salvar a su amigo. Todo, absolutamente todo el cariz dramático y asombroso creado tropiezan de lleno en la desafortunada opción. Una lástima, sin duda.
Nos encontramos inmersos en el caos de la batalla y acontecimientos finales. El tratamiento que la música tiene en estas circunstancias conserva estructuras de las entregas anteriores y crece un punto más cuando Gandalf, entre orcos, matanzas y amenazas, habla sobre la muerte.
Momentos creíbles o no, aquí analizamos los motivos y aplicaciones musicales a imágenes e historias y esta vez, sin duda, la aparición de un nuevo motivo, nunca antes usado, finalizando la historia y entre tanta maraña de violencia es, cuando menos, grata y sorprendente. A mi juicio: sobresaliente.
El contraste que la belleza de estas notas instauran en la atmósfera mortífera es de tal fuerza que son capaces de limpiar cualquier atisbo de ferocidad de su alrededor y hacernos palidecer ante la proximidad de ‘’la luz’’. El mago y sus discursos son, sencillamente, superiores como lo es su figura, como fue la música que en la entrega de ‘Las dos torres’ él mismo portaba de un lado a otro. Esta entrada de melodía blanca y dulce nos anuncia, realmente, el final y así será por segunda vez empleada cuando Sam alza en sus brazos al moribundo Frodo, camino de la destrucción del anillo. Un instante éste, de nuevo (y sin entrar en matices de mayor o menor calidad cinematográfica) en el cual lo que director y músico pretenden es conseguido de una manera abrumadora y… sí, preciosista, pero hermosísima. Gandalf hablaba de la muerte; los hobbits se acercan a la muerte. El motivo musical une, hábilmente, estos dos instantes y se ha convertido en el anuncio del final; eso sí, más tarde descifraremos el carácter esperanzador que realmente tiene, ya que el motivo aparece con una extraordinaria fuerza en la marcha final de Frodo, dejando la Comarca… ¿muriendo? Es curioso y estudiado que en una producción con tanta violencia y muerte, precisamente el tema de esta sean unas notas dulces y rebosantes de poder y fe.
El tratamiento coral del desenlace de la contienda es portentoso, un ejemplo de composición moderna a seguir para cualquier seguidor del Arte y más aún para todos los estudiosos de la música de cine.
No se nos presentan numerosas líneas argumentales, las cuales, con un único tema, sería complicado narrar. Tenemos dos, la batalla y la destrucción del anillo y Shore coge la rienda del argumento y lo cuenta, literalmente, él. La habilidad para narrar es ahora la culminación de todo el trabajo anterior durante la saga y que va a concluir, de forma conmovedora, con un epitafio final que el artista graba sobre la cinta inmortal del Cine (recordemos que siempre hablo del aspecto de la partitura, no del filme como tal). Un final tan arrollador y una conclusión tan hermosa, tan bella, que ahora pensamos en la débil primera parte de la cinta y gritamos apesadumbrados por estar frente a uno de los que podrían haber llegado a ser mejor trabajo de la historia de la música de cine.
Conclusión
La tercera partitura para la saga de El señor de los anillos cumple una floja primera parte para repentinamente ascender de forma poderosa y sentenciar la historia alcanzando el nivel más alto de toda la aventura.
ESCÚCHALA SI…: no te perdiste las anteriores y quieres escuchar la parte más completa de la trilogía.
NO LA ESCUCHES SI…: el estilo de Shore en ‘El señor de los anillos’ continúa sin convencerte.
LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO: junto a las otras dos entregas, lo es.
OTRAS OBRAS RECOMENDADAS DEL AUTOR: ‘Gangs of New York’, ‘Crash’.
También te puede interesar el análisis musical de las dos entregas anteriores de la saga? Crítica musical de ‘La comunidad del anillo’ y Crítica musical de ‘Las dos torres’