Empezar este tomo de Guardianes de la Galaxia con una serie limitada del deslenguado Mapache Cohete, que supuso la primera incursión de Al Ewing en el ambiente cercano a Los Guardianes, es una idea tan buena como su desarrollo diferente e inteligente. Panini Comics alquila Sapiencial para que no quede abandonada porque aquí no hay Celestiales, ni siquiera muertos.
Robar cajas fuertes o corazones
Uno de los grandes éxitos de la adaptación cinematográfica de Los Guardianes de la Galaxia fue ese tono tan desenfadado y alocado del que pudimos ser testigos. Daba igual que no entendiéramos a Groot, de la falta de materia gris de Drax o que Quill se creyese alguien importante en el universo.
Por ahí circulaba un pequeño y extraño ser peludo con más malas pulgas que un perro rabioso pero que en apariencia era un Mapache. Esa dicotomía entre lo que nuestros ojos podían ver a simple vista y las armas que portaba, de un tamaño poco acorde por su extraordinaria dimensión, hacían de Rocket un personaje con el que todos podíamos empatizar. Lo había pasado mal pero ahí seguía, rebelde, malhablado y poco amigo de obedecer órdenes si no venían de él mismo.
Ahora tenía un momento apropiado para brillar, para ser más Mapache Cohete que nunca, pero con un toque de elegancia. Una serie limitada de seis números en los que un robo va a protagonizar una aventura diferente, empezando por una narrativa que mezcla pasajes en prosa en un lateral de la página con el desarrollo de un cómic convencional.
Allí vamos a ver pequeños retazos del pasado del personaje mucho antes de unirse a Los Guardianes de la Galaxia, no un origen a lo clásico, sino material añadido mediante retrocontinuidad. Incluso resultaría de inspiración para parte del arco de Rocket en la tercera parte cinematográfica, donde pudimos ver a ese amor difícil que mantuvo con Nutria Treves. También con la participación especial de Masacre durante un episodio de lo más alocado, además de tomar prestada a la Tecno-Red, esa banda de descerebrados que dio más de un dolor de cabeza a Excalibur.
Enlazando tramas
La serie limitada va a arrastrar consecuencias a la serie de Los Guardianes de la Galaxia que comenzaría un nuevo volumen dos años y medio después. No en vano Ewing es el guionista de todo, si ya tienes algo bueno puedes sacarle provecho, empezando por la participación del líder empresarial de Castortrón (la empresa cuya aportación al Medio Ambiente es mayormente nula), Castor Mascacorteza III. Pero también es necesario aportar alguna sorpresa fresca, diferente, arriesgada. Y la formación de estos Guardianes, que partieron de un nuevo número uno con numeración Legado #163, tiene ciertas novedades.
Deja en casa, muy a su pesar y con sentimientos encontrados, a Gamora, Drax y Groot, por lo que Peter “Starlord” Quill y Mapache Cohete reclutarán a Richard “Nova” Rider, Heather “Dragón Lunar de un universo alternativo” Hudson, Phylla “Capitana Marvel de su época temporal” Vell o Noh “Marvel Boy” Varr.
Explicaros todo eso de otros universos y líneas temporales se nos haría demasiado tedioso y largo por lo que no dudéis en correr a vuestra librería a por estos episodios, están realmente muy entretenidos y con la dosis de drama justa para resultar relevantes en el momento de su publicación.
Los rivales a los que se tendrán que enfrentar son una nueva encarnación de los Dioses de la Mitología Griega, con Zeus a la cabeza. Hércules vuelva a cobrar protagonismo en esta aventura intergaláctica, del lado de los buenos, claro. Tras un inicio tan potente como breve iniciaremos una exploración que pondrá en primer plano a la hija de Arthur “Drax” Douglas, la ya citada Dragón Lunar, cuya versión actual también tiene cabida en la historia. Un poco de todo pero que bien llevado por Ewing.
Dos dibujantes, un mismo espíritu
La serie limitada de Rocket contó con el dibujo de Adam Gorham. Puede parecer un trazo que no destaque mucho pero su empleo de la perspectiva es clave para la narrativa, haciendo que los personajes crezcan o se hagan más pequeños en función de lo que les está sucediendo en ese momento o de los sentimientos que tienen a flor de piel. Juega mucho con tiros de cámara baja o alta con un resultado más que correcto. Para el reinicio de Los Guardianes de la Galaxia tenemos a Juann Cabal con un estilo académico diferente, más anclado a los altos estándares de calidad que vemos en Marvel en la última década.
Aunque podríamos hablar de dibujantes que parecen clones, no es el caso de Cabal, cuyas luces y sombras son capaces de expresar la ira, el dolor y la rabia, la fuerza de un golpe o la introspección de alguien que reposa intranquilo sobre una cama. El ovetense aplica un estilo que el mismo denomina de “falso realismo”, con esos trazos que hemos visto también en otros autores españoles como Jesús Saiz o Salvador Larroca, pero con seña de identidad propia. Dos autores que no dejan indiferente a nadie, que cumplen y que están destinados a labrarse una gran carrera en el mundo del cómic.
