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Reseña MARVEL Daredevil nº 11. La grandeza de las cosas pequeñas

reseña de daredevil nº 11

A veces solo un gesto, una mano amiga, la solidaridad de unos vecinos, pueden significar mucho más que la decisión de un gobierno, sobre todo cuando hablamos de un lugar como La Cocina del Infierno. Panini Comics nos mete de lleno en la batalla campal por el barrio que vio nacer a Daredevil.

Muy lejos quedó la infancia de Matthew Murdock por las calles de La Cocina del Infierno, viendo a su padre boxear intentando labrarse una carrera en tan duro deporte. Las mismas calles donde sufrió el fatal accidente que le libró del sentido de la vista pero le dotó de unos sentidos aumentados y una especie de radar. Esas calles difíciles donde el crimen ha intentado campar a sus anchas tantas veces, donde las bandas de mafiosos han librado sus guerras intestinas. Calles donde vive gente de a pié, humilde, que ha sufrido bajo el yugo de los delincuentes y han visto siempre un rayo de esperanza en la figura de su Demonio Guardián.

La historia de Daredevil es por lo general trágica, se ha caracterizado por ser un héroe atormentado, golpeado por multitud de desgracias personales con un rasgo pronunciado en cuanto a las mujeres que le han rodeado en la vida. No sólo Karen Page le ha dejado cicatrices en el corazón, Milla Donovan o Heather Glenn también lo llevaron a besar la lona. Aun así Matt nunca ha cerrado las puertas al amor y lo sigue cultivando, aunque por momentos le veamos trazar una relación complicada tras otra. Pero lo que antes no habíamos podido ver es el cariño y la inspiración que supone para sus propios vecinos, una palmada en la espalda en toda regla que incluso puede devolver la máscara de Diablo a su legítimo rostro.

A lo largo de la casi veintena de número americanos que se llevan publicados, desde la entrada de Chip Zdarsky como guionista de la colección, hemos podido ir viendo como el escritor nos adentraba poco a poco en la constatación de una serie de valores que encuentran su máxima expresión en un número como este, donde la solidaridad encuentra su máxima expresión. Luchar por lo que se siente como propio, sin nada más que perder que la propia vida, para defender tu barrio de los invasores, como cualquier nación haría en un esfuerzo desesperado cuando ya no queda ejército y el enemigo invade el territorio. Son la última línea y, a pesar de la inferioridad, siempre se sacan fuerzas de la flaqueza en un esfuerzo definitivo por evitar la derrota. El precio de cualquier devenir de los acontecimientos será siempre elevado.

Vuelve Marco Checchetto a los lápices y tintas con un cambio en el colorista que venía siendo habitual Nolan Woodward. Le sustituye el italiano Mattia Iacono manteniendo el tono. Checchetto vuelve para dar esplendor a la espectacularidad de conflicto armado, a las peleas donde todo vuela, donde polvo, escombros y cenizas cubren el ambiente. Donde los ojos de los locos cobran vida y se abren de forma que podemos ver un alma negra, sin escrúpulos. Daredevil no es un comic donde se venga a disfrutar de una vida de color de rosa, aquí se sufre, cada palmo de terreno que se consigue mantener es una satisfacción personal, es la cruda realidad trasladada a un universo de superhéroes.

Daredevil nos sigue llevando por un camino nuevo muy estudiado. Una colección que merece la pena seguir en grapa mes a mes pero estamos asistiendo a una historia que merece la pena tener y guardar en cualquier formato futuro en el que se nos ofrezca. ¿El motivo?, estamos ante una etapa que va a pasar al recuerdo junto a la de Frank Miller o la de Ed Brubaker. Zdarsky está dando pasos de gigante en la industria del comic y Daredevil debería conducirlo al estrellato.

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