‘The Last Guardian’ fue la tierra prometida de PS3, pero se quedó en un desierto en PS4. La obsolescencia de sus motores gráficos, sin embargo, no justifican los desprecios recibidos por parte de crítica y público. Problamente, uno de los mejores videojuegos que se han hecho jamás. Una experiencia única y memorable, con un telón de fondo emotivo, complejo y sensible: la victoria del amor por encima del odio, el miedo y los prejuicios. Los mismo que ‘The Last Guardian’ no pudo derribar entre el público
Vivimos en un mundo agresivo. Y no me refiero únicamente a la agresividad inherente al ser humano. Me refiero a cómo la rápida y compleja evolución de nuestra raza influye directamente en el individuo. La ansiedad y el estrés son dos conceptos clave para estudiar las actuales sociedades occidentales. No se entienden sin ellos. Forman parte de nuestra vida porque las hemos hecho nuestras. O, más bien, nos hemos visto obligados a aferrarnos a ellas. Con la necesidad del que se aferra una vez más al aire para seguir respirando.
En esa rapidez nos escondemos. Incapaces de pararnos a reflexionar sobre el mundo que nos rodea, nos precipitamos inexorablemente hacia el precipicio de la velocidad. No somos conscientes, realmente, de lo importante que es nuestro entorno. De la velocidad de la vida a los prejuicios se borran las fronteras. Y entonces lo juzgamos todo sin tener un estadio de opinión real sobre las cosas. Es ahí donde el arte se ve absorbido por la sociedad del espectáculo. En ese contexto social es donde ‘The Last Guardian’ ha acabado tropezando. No en la ignorancia, sino en el precipicio de la misma. En el abismo de los prejuicios y de la opinión globalizada.
La tierra prometida de PS3 acabó siendo un desierto
‘The Last Guardian’ era la promesa incumplida del Team ICO. Aquellos maestros de ‘ICO’ y ‘Shadow of the Colossus’ describieron la tierra prometida de PS3. La llamaron ‘The Last Guardian’. Pero, como todas las promesas, terminó por romperse. El tiempo pasó y el videojuego no llegaba. Los motores gráficos que iban a ser revolucionarios se vieron abocados a la obsolescencia programada. PS4 llegó y el Team ICO perdió la oportunidad de hacer historia para los que no pueden perder el tiempo en reflexionar. En ver más allá de la superficie.
Para cuando ‘The Last Guardian’ vio la luz, sus gráficos habían caducado. El público despreció, a simple vista, la obra de Fumito Ueda. Las hojas caducas de sus motores gráficos penalizaron severamente el lanzamiento del videojuego. La tierra prometida en PS3 era un terreno yermo y baldío en PS4. El público y la prensa dictaron sentencia. Pero muy pocos fueron los que vieron más allá de lo obsoleto. Y se adentraron en una historia compleja, emotiva y cargada de significado.
El propósito de ‘The Last Guardian’ no es completar la historia ni conocer el desenlace. Sino el de crear vínculos derribando prejuicios
‘The Last Guardian’ es una historia de amistad y de amor. Protagonizada por un niño y una misteriosa y legendaria criatura llamada Trico. Diseñada como una mezcla de conceptos, algunos han definido a Trico como “todos los animales domésticos en un solo”. Si bien su comportamiento durante el juego es similar al de los perros, sus abismales dimensiones físicas recrean las de un dragón. Humano y bestia se ven obligados por exigencias del guion a colaborar. El propósito es escapar de unos extraños parajes y localizaciones que los rodean. Un ambiente hostil y peligroso que otorga al videojuego el género de puzzle.
El mundo de fantasía en el que nos sumerge ‘The Last Guardian’ se pone al servicio del gamer, pero también de la historia. Trico y el niño aprenden el uno del otro. Las diferencias entre ambas razas de animales se difuminan. Lo que al principio era miedo ahora es confianza. En ‘The Last Guardian’ lo importante son los vínculos. Es en ese leitmotiv donde se encuentra la fortaleza de la historia. Con reminiscencias a las obras del estudio Ghibli y a los mensajes de Hayao Miyazaki. El respeto a la naturaleza y a todo lo que nos rodea y que tenga vida. Por muy pequeña que sea.
La obra de Fumito Ueda es una oda a la amistad. El triunfo del amor por encima del miedo
Si bien es cierto que el videojuego puede llegar a ser muy repetitivo y que Trico puede exasperar al jugador que pretende tener una experiencia rápida con ‘The Last Guardian’, lo hermoso de esta historia es pararse a disfrutar. Intentar tener la máxima empatía con ese niño, perdido en no-se-sabe-dónde con un monstruo de no-se-sabe-qué. Pararte a mirar. Intentar comprender la forma de ser de Trico. Acariciarlo. Crear vínculos. Forjar una amistad.
Esa complejidad dramática y humana, tan vacía y carente de propiedad en muchos otros videojuegos, es la base de ‘The Last Guardian’. La historia dura, prácticamente, unas 12 o 14 horas. Puede que menos, si tienes demasiada prisa por terminar. O puede que más, si te niegas a abandonar a Trico, sintiendo la necesidad de permanecer a su lado. Una vez más. Sólo un minuto más. Porque, al final, en la vida necesitamos amor. Y la amistad es una forma muy hermosa de amar. Tan hermosa como acariciar a una bestia que podría arrancarte las tripas con un solo movimiento. Tan hermosa como salvar a un humano que podría acabar con tu vida sólo por temor.
‘The Last Guardian’ es una oda al amor por encima del miedo. Si te preocupan más los gráficos que la historia, este no es tu videojuego. Pero, sin temor a equivocarme, y por amor a Trico, tengo que decirlo. ‘The Last Guardian’ es uno de los mejores videojuegos que se han creado nunca. El tiempo pondrá a cada uno en su lugar. La historia de Trico y de ese niño que todos llevamos en nuestro interior estará en el lugar que le corresponde. En nuestros corazones. Marchitos y sedientos de experiencias rápidas que consumir. Pero corazones, al fin y al cabo.